I
¡Oh, hermana!
No preguntes al sabio si la tierra
ha sido
encadenada. En tu propio abrazo la Paz
será semilla
que sólo con Justicia ha de ser regada.
II
Por el camino
sin retorno no es la huida el motor:
sobre las
estrellas se posan los pies de los hermanos
y, en cada
parada, el germen de la alegría y el consuelo.
III
Han de beber
las aguas que las tierras riegan,
libres las
aguas de las tierras todas libres,
sus
habitantes sin dueño.
IV
Son los
pájaros en tu cabeza quienes hacen danzar el mundo.
Tus pájaros y
los míos y los suyos:
migratorios
cantos que a la raíz alimentan.
V
Y
el color no es la primavera.
Una niña
extiende la mano sin miedo
y sobre la palma construirá los colores humanos.
VI
Porque
tras cada máscara de la infinita serie
más fiel es
el misterio de la voz
al magma rojo
de la vida.
VII
Y, ante cualquier forma que el odio a la libertad adopte,
la defensa
instintiva del animal que aún somos
ha de
recordarnos que también somos hijas de la furia.
VIII
En
la noche la luna rueda
por las
veredas en cuyos márgenes
sueña la humanidad salvarse de su miseria.
IX
Mientras,
el mar inquieto absorbe los ruidos
del mercado
de los hombres, y el devenir
de las
tierras sumergidas, amplifica.