domingo, 26 de mayo de 2013

La Virgen del Humo



Muevo la mano
buscando que la envuelvas
con tu hálito caliente.

Cuáles son tus colores,
virgen del humo,
si has de camuflarte
entre el ripio de los hombres.

Cuáles tus formas, garabateadas
tantas veces por el arte,
que ascienden lentas y telúricas
hasta la frente ignota de la tierra.

El propósito ligero de tu dispersión me emociona,
siento agradable el tacto ingrávido de tus inestables alianzas;

desde la mezcolanza caprichosa de tus sutiles fibras
escurro los ojos
hacia el incendio.

Y, ya, sin máquinas
carbonizadas,
sin la ceniza de las
calles negras,
me estrecho
sin congoja
como puente de hielo
entre tus dedos
de niebla.

Busca la certera salida
en el laberinto del cielo, 

tú, virgen múltiple,
que el trono es un cadáver vacío
y sin cetro,
y un alarido de ciego,
en la espinosa víspera,
no me desviará
de tu torvo resuello.