martes, 12 de noviembre de 2013

Ortigas

Ortigas de la tierra satisfecha
espolean mis pies de barro y carne.
Reanudan el ciclo de mis pasos
abriendo senderos a machete
en el tupido bosque,
donde perderse y encontrarse
es ley de mortal,
e ilusión de cuerpo nacido
que nombra en vano lugares.

Este aullido de gaviotas petrifica la tormenta:
ni el mar ni su ímpetu apaciguan,
ni el vaivén de los árboles danzantes,
la comezón en vísceras y arterias.

Soy negro
o las ortigas me hacen negro,
negro agujero donde van a parar
uñas inútiles
ante el picor de ortigas,
de ortigas santas de la tierra paciente,
de la tierra simple que aguarda engullirnos
tras convertir en corteza
la alegría de los ciclos.

Ortigas que enraízan en las llagas
de mis huellas peregrinas
y buscan luz
entre los aireados dedos.