de niño impaciente, salir
volando,
flotar,
agitando los brazos entre
las nubes blancas
desliando sus hebras
de sueño,
convirtiendo los brazos
en aspas
que baten, que hacen trizas
con sus uñas afiladas,
la asfixiante pasta
negra de las pesadillas,
rasgando a dentelladas
con dientes de leche
aquel rostro
que ahora me hace llorar tras
haberme hecho
haberme hecho
reír
durante tanto tiempo
que la felicidad ya
era
eso y
ese rostro.